por Mauricio Amar
Las movilizaciones en contra del genocidio israelí en Gaza han aparecido de diversas formas y en prácticamente todo el mundo. La puesta en marcha de una cultura de resistencia global contra el Apartheid y las políticas de exterminio perpetrados por el Estado sionista ha puesto de relieve que los modos de resistencia deben diversificarse para frenar la máquina de muerte en todas sus terminaciones. Es ahí donde aparece la necesidad de impulsar una política de ruptura de relaciones no sólo en ámbitos como el diplomático, la venta de armas o el consumo de productos, sino también hacia una de las instituciones de mayor responsabilidad en el mantenimiento de las condiciones de opresión sobre lxs palestinxs: la universidad.
El discurso superfluo de las autoridades académicas que intentan despolitizar a toda costa las instituciones educativas y, por tanto, la educación, se ha convertido en un arma retórica muy útil en un contexto de restauración conservadora en el país. Con repetición de la idea de que la universidad es el espacio de lo plural, lo diverso y donde todo se puede discutir sin censurar a nadie, se omite de manera flagrante que en tanto espacio de pensamiento y acción las propias universidades toman posiciones que van en determinadas direcciones y no otras, sólo que estas las hace pasar por sentido común. Por ejemplo, reconocemos que el cambio climático es un problema, luego ¿qué dirían lxs actuales rectores si sus sucesores en el cargo renunciaran a todas las políticas universitarias destinadas a luchar contra sus efectos? ¿No dirían que la universidad va por un mal camino? ¿Que no está atendiendo a las necesidades del país? Pues bien, en este momento, lxs estudiantes están pidiendo justamente eso. Que la universidad vaya por el buen camino que es no cooperar con instituciones comprometidas con el genocidio del pueblo palestino. Lxs estudiantes en acampadas, en este sentido, están planteando abiertamente que sostener una política de colaboración con un régimen que practica Apartheid, limpieza étnica y genocidio contra un pueblo determinado es algo que no debiese ser sostenido por ningún sentido común.
Muchos académicos preocupados por proteger esa pluralidad de pensamiento, pasan por alto que para lxs palestinxs tal situación no existe. En Gaza ya no quedan universidades, pues han sido completamente destrudias por el ejército de Israel. Sí, completamente destruidas: La Universidad Islámica de Gaza, Universidad de Al-Aqsa, Universidad de Al-Azhar, Universidad Abierta de Al Quds, Universidad de Gaza, Universidad Israa, Universidad Técnica de Palestina, Universidad de Ciencias Aplicadas, Universidad de Palestina y el Centro de Formación Comunitario de Gaza. Hemos visto imágenes de soldados israelíes sonriendo mientras lanzan bombardeos a dichas universidadades, donde, insisto, lxs palestinxs no sólo no podrán seguir disfrutando de la pluralidad del pensamiento, sino que son ahora el lugar donde recoger a los muertos. En Cisjordania, donde la población vive un Apartheid, las universidades palestinas viven constamnetente redadas por parte del ejército de ocupación israelí. Sus estudiantes viven en constante temor de ser secuestrados por los militares y sus políticas universitarias son constantemente vigiladas por las autoridades israelíes [1].
Por ahí alguien podría decir, ingenuamente, que lo que se debe hacer es ampliar los vínculos con universidades palestinas, produciendo una suerte de empate. Lo que hace este discurso es omitir no sólo la asmetría entre las partes en la ocupación de Palestina –que como vemos, ha llevado a la destrucción de las universidades en Gaza– sino, peor aun, invisibilizar el rol que las propias universidades israelíes tienen tanto en la ocupación de Palestina desde 1948 como en la puesta en marcha del actual genocidio en Gaza. Al interior de las universidades israelíes se ha vivido desde el 7 de octubre de 2023 una persecución abierta contra quienes critican las políticas del actual gobierno. La profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén Nadera Shalhoub-Kevorkian fue recientemente suspendida de sus funciones por indicar: “El sionismo no puede continuar, es criminal […] Sólo aboliendo el sionismo podremos continuar [y progresar]” [2].
Pero esto, como sabemos, no comenzó el 7 de octubre. La implicación de las universidades israelíes en los crímenes del Estado de Israel sobre lxs palestinxs se manifiesta de formas concretas desde el desarrollo de sistemas de armamento, creación de doctrinas militares, asistencia al ejército en materias como arqueología, geografía, hidrografía y psicología. Desde las universidades israelíes se han desplegado las teorías racistas que hoy controlan los medios de comunicación. Asimismo, como indica Omar Barghouti el rol de las universidades israelíes “incluye la institucionalización de la discriminación” contra los ciudadanos árabes palestinos, entre ellos académicos y estudiantes”; la supresión de la investigación académica israelí sobre el sionismo y la Nakba (la desposesión y el desalojo forzosos de los árabes palestinos indígenas durante la creación del Estado de Israel); y la construcción de instalaciones y residencias universitarias en los territorios palestinos ocupados, como ha hecho la Universidad Hebrea en Jerusalén Este, por ejemplo” [3].
Llevar a cabo una desvinculación efectiva de los convenios con universidades israelíes no implica dejar de pensar, sino al contrario, implica pensar y actuar para colocar a nuestras universidades en una zona libre de Apartheid. Así como sería impensable que nuestras universidades enseñaran a lxs estudiantes que la tierra es plana o que el cambio climático no existe, a pesar de que sean discursos circulantes, de la misma manera, no se puede educar que el genocidio es siquiera una posibilidad. Y aún más, si el discurso de las universidades parte de la protección del pluralismo y diversidad de opiniones, es difícil entender cómo engancha eso con instituciones como las universidades israelíes, que participan activamente en la discriminación de estudiantes y profesores y en la preparación académica de quienes perpetran con sus propios manos el genocidio en Gaza.
Lxs estudiantes están diciendo a viva voz que no quieren ser cómplices y que los recursos de su educación no sean destinados al genocidio de lxs palestinxs. Como ya ha ocurrido otras veces, son ellxs lxs que han abierto el camino para el pensamiento que va de la mano con una ética global. Las autoridades universitarias, hasta ahora, sólo muestran su vocación porque nada cambie, ni siquiera el Apartheid y el genocidio.
[1] Ver https://www.newarab.com/news/israel-arrest-wave-palestinian-birzeit-students
[3] Barghouti, O. “The Academic Boycott of Israel: reaching a Tipping Point?. En Dawson, A. y Mullen, B. (Edits.) Against Apartheid. The Case for Boycotting Israeli Universities, Haymarket Books, Chicago, 2015.