El 26 de diciembre de 2021, partió hacia la eternidad Desmond Tutu el arzobispo sudafricano, premio Nobel de la Paz 1984 por su lucha contra el Apartheid, el régimen de segregación racial entre blancos y negros, que costó la vida a miles de sudafricanos.
Presidió la Comisión de la Verdad y Reconciliación, un organismo encargado de sacar a la luz las atrocidades cometidas durante el apartheid. Predicó contra la tiranía de la minoría blanca e incluso después de su final, nunca titubeó en denunciar la corrupción y los abusos, dentro de la élite política negra de la Sudáfrica post-apartheid, al igual que lo había hecho con los afrikaners blancos.
Su risa contagiosa y su espíritu inquebrantable lo convirtieron en un símbolo universal de esperanza y humanidad. Tanto negros como blancos, lo consideran la conciencia de la nación sudafricana.
Nelson Mandela lo describía como “la voz de los de los que no tienen voz”. Tutu, fiel a este título, siempre habló con pasión por los oprimidos, incluso fuera de Sudáfrica. Recordemos sus palabras dirigidas a Israel, cuando denunció la opresión del pueblo palestino y apeló a la memoria judía secuestrada por el sionismo:
“En nuestra lucha contra el apartheid, los mayores partidarios eran personas judías. Me pregunto, ¿por qué son nuestras memorias tan cortas? ¿Han olvidado la humillación, los castigos colectivos, las demoliciones de casas en su propia historia? ¿Han olvidado que Dios se preocupa profundamente por los oprimidos? Israel nunca conseguirá verdadera seguridad oprimiendo a otro pueblo. La paz solo se puede construirse sobre la justicia.”
Desmond Tutu fue más que un líder espiritual. Fue un faro de dignidad humana, un maestro del amor al prójimo y un defensor incansable de la justicia. Su mensaje trasciende generaciones: “Mi humanidad está ligada a la tuya; solo podemos ser humanos juntos.”
¡Gracias por tanto, Desmond Tutu! Tu legado vive en cada lucha por un mundo más justo!