En el Club Palestino, el Presidente Gabriel Boric encabezó el encendido del árbol navideño, un acto cargado de simbolismo. Con 45 mil luces en homenaje a las víctimas del genocidio en Gaza, el evento recordó la histórica conexión entre Chile y la comunidad palestina. Boric llamó a la solidaridad y reflexionó sobre el sufrimiento en Gaza y Cisjordania, destacando la necesidad de no ser “espectadores pasivos” ante las injusticias.
Sin embargo, las palabras chocan con las acciones. Chile mantiene relaciones diplomáticas y de cooperación comercial y militar con Israel, un Estado responsable de ocupación, apartheid y genocidio contra el pueblo palestino.
¿Cómo reconciliar los discursos de solidaridad con un vínculo que perpetúa las agresiones contra Palestina?
El doble estándar se agrava con la reciente abstención de Chile en la Asamblea General de la ONU, al votar sobre la erradicación del colonialismo.
¿Cómo un país con pasado colonial puede negarse a apoyar la independencia de otros pueblos?
Este silencio, tanto diplomático como mediático, evidencia incoherencias profundas en la política exterior chilena, que parece guiada más por intereses que por principios.
Chile tiene obligaciones legales internacionales claras: romper relaciones comerciales con Israel e imponer un embargo militar. No basta con gestos simbólicos. Las luces de Belén deben iluminar acciones concretas.
¿Cuándo, presidente Boric, se avanzará más allá de las palabras?