En Gaza y Medio Oriente le llaman Al-Jabal, que significa “la montaña”. Y tal vez no haya un apelativo mejor para su fortaleza inquebrantable. Porque Wael Al Dahdouh, conocido mundialmente por su trabajo informativo en la cadena Al Jazeera, es un símbolo de la resistencia palestina y del periodismo comprometido con los derechos humanos.
El 25 de octubre de 2023, su familia fue víctima de un bombardeo israelí que mató a su esposa, su hijo, su hija y su nieto de apenas un año y medio de vida. Al Dahdouh estaba en la ciudad de Gaza, informando, cuando se le comunicó la noticia. Horas después, y a pesar del terrible dolor, este hombre de 53 años volvió a estar al aire, entregando su valiente testimonio.
Sólo dos meses después, en diciembre, Al Dahdouh resultó herido, en un nuevo ataque de Israel que mató a su colega Samer Abu Daqqa. Y luego, el 7 de enero, su hijo mayor Hamza Dahdouh, también periodista, fue asesinado por un dron israelí mientras se encontraba trabajando junto a otros colegas en una carretera entre Khan Younis y Rafah. Un día antes de morir, Hamza compartió un post en X-Twitter, elogiando la perseverancia de su padre: “Tú eres paciente así que no desesperes” – le escribió. Y esas fueron las últimas palabras que pudo dedicarle al hombre que, desde pequeño, había sido su héroe.
El compromiso y la valentía de los periodistas de Gaza, como Wael Al Dahdouh, nos recuerdan que el periodismo auténtico es una herramienta de resistencia y justicia. Y en contextos de paz, como el de Chile, una voz que muchas veces debe levantarse en medio del silencio cómplice de los medios hegemónicos. Porque mientras los periodistas palestinos de Gaza y Cisjordania, arriesgan sus vidas y las de sus seres queridos para exponer las atrocidades de la máquina de muerte y opresión israelí, la mayoría de los profesionales de la prensa y televisión de nuestro país, celebran su día con la boca amordazada por el pañuelo de la conveniencia y la censura.
Es por ello que, en este nuevo 11 de julio, cuando la institucionalidad mediática, empresarial y política chilena conmemora el Día del Periodista -establecido en la promulgación de la Ley 12.045, de 1956, que crea el Colegio de Periodistas de Chile-, nos parece relevante recordar que la principal razón de ser, de esta profesión, es promover la comunicación y la defensa de la libertad de expresión, en el marco del respeto de los Derechos Humanos.
Para nadie es desconocido que la realidad en Chile contrasta con estas declaraciones de principios. En su mayoría, los medios de comunicación en el país se encuentran al servicio de las élites, reproduciendo narrativas que favorecen intereses específicos y silenciando voces críticas. En este contexto, la figura del ‘periodista chileno’, se convierte muchas veces en un engranaje más de un sistema que prioriza el control de la información por sobre su veracidad y pluralidad. Y ello afecta de manera determinante el derecho de la ciudadanía a desarrollar perspectivas y juicios críticos sobre el acontecer nacional e internacional.
Un dramático ejemplo de lo anterior, es la censura que experimentan los espacios de comentarios internacionales de la televisión chilena, desde hace ya varios meses, frente al genocidio del pueblo palestino. En sus esfuerzos por tapar el sol de muerte, que arde en Palestina, con fenómenos climáticos, descarrilamientos de trenes, polémicas de la farándula norteamericana o la ternura de los animales exóticos, los canales de televisión y gran parte de la prensa escrita y radial de nuestro país, traiciona a diario los principios que sus juntas directivas y comités editoriales dicen defender.
En esta jornada, que celebra a los periodistas en Chile, nos parece crucial reflexionar entonces, sobre el verdadero propósito del periodismo. Recordar a Wael Al Dahdouh y a tantos otros periodistas que arriesgan sus vidas en Gaza, nos debe inspirar a exigir una prensa libre, comprometida y valiente, que no solo distraiga, entretenga y polemice, sino que también denuncie y resista frente a la injusticia.
En Chile, con una historia como la nuestra, un compromiso ético mínimo implica solidarizar con los colegas que sí lo hacen, visibilizando la situación en Palestina y haciéndose parte de la resistencia de su pueblo.
En un país, donde ejercer la labor informativa puede ser a veces riesgoso, aun en “democracia”, valoramos y agradecemos a los periodistas de la prensa independiente que han estado con las luchas populares, que han apoyado a los movimientos socio-ambientales y que han demostrado su compromiso con el pueblo mapuche y con la causa palestina, incluso enfrentando la represión policial y poniendo el pecho a las balas.
También agradecemos a aquellos que arriesgaron todo, incluso la vida, durante la dictadura, y que han sido testimonio de un compromiso ético y profesional que no podemos ignorar.
Si no logramos aprender, al menos, esta lección de “la montaña”, tal vez nos hemos equivocado de profesión
Hace falta en nuestro país el compromiso real con la información veraz y sin vicios ejemónicos, que mantengan a la población informada, sin mentiras ni desvío a nimiedades cotidianas.