por Eduardo Asfura
Cambia el momento, pero no el sentido brutal de las escenas. Y entre estas dos postales de la noche berlinesa, el Estado alemán parece anclarse para siempre a los horrores del Eterno Retorno, en un Holocausto que no cesa.
¿Es esto lo que significa, acaso, “Deutschland über alles”? ¿Alemania, por encima de todo, pero siempre en el lado incorrecto de la Historia?
Alemania, cuya identidad de posguerra se construyera sobre la base del arrepentimiento y la promesa del “nunca más”, pero que hoy vemos cínicamente alineada con “Israel”; un régimen colonialista, racista y supremacista para el que el desplazamiento y exterminio del pueblo palestino es la única propuesta de futuro.
Cambia el momento, pero no el sentido aterrador de las escenas. Y mientras el Bundestag continúa apoyando las masacres de civiles inocentes en Gaza y Cisjordania y consolidando al estado germano como el segundo mayor proveedor de armas para el sionismo genocida, la puerta de Brandeburgo – que alguna vez simbolizara el comienzo de una nueva era – se convierte, por unas horas, en el mayor escaparate de la hipocresía de Occidente.