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“Genocidio en Gaza: La Cartografía de una Destrucción Planificada

El Desmantelamiento de la Infraestructura de la Vida en Gaza

Entre el 7 de octubre de 2023 y septiembre de 2024, Gaza ha sido convertida en un laboratorio extremo de devastación sistemática. No se trata de daños colaterales ni de una consecuencia inevitable de la guerra: la evidencia apunta a una estrategia meticulosa para desmantelar la base material, social y cultural de la vida palestina. En menos de un año, el 83% de la vida vegetal y el 70% de las tierras agrícolas fueron arrasadas. Casi la mitad de los invernaderos y más del 47% de los pozos de agua subterránea quedaron destruidos o inutilizables. El 65% de los tanques de agua corrió la misma suerte. Ninguna planta de tratamiento de aguas residuales sobrevivió intacta: la infraestructura esencial para la salud pública fue pulverizada.

Las bombas, bulldozers y bloqueos no se limitaron al terreno agrícola. El mapa de los ataques revela un patrón quirúrgicamente amplio sobre las estructuras civiles. El 57% de las 110 instalaciones de salud resultaron dañadas, 18 de ellas completamente destruidas. El 71% de los 353 refugios fue reducido a ruinas. Más de la mitad de los 605 servicios públicos, incluyendo pozos y centrales eléctricas, dejaron de existir. Tres de cada cuatro escuelas fueron bombardeadas, junto al 81% de las universidades, el 82% de los edificios gubernamentales y el 80% de las instituciones religiosas. Incluso la memoria colectiva fue blanco: el 91% de los sitios de patrimonio cultural sufrió daños irreparables.

La ofensiva israelí desmanteló el sistema hospitalario. Entre octubre de 2023 y agosto de 2024, 35 de los 36 hospitales de Gaza quedaron fuera de servicio en algún momento: 31 fueron atacados directamente, 11 sitiados y 10 invadidos por tropas. La población civil, enfrentada a esta maquinaria de asedio, recibió órdenes de evacuación que cubrieron el 84% del territorio. La llamada “zona humanitaria”, que en octubre de 2023 abarcaba el 62,5% de Gaza, fue reducida a apenas un 10,4% menos de un año después.

La Estrategia de Fragmentación Territorial y Asfixia Humanitaria

El rediseño físico del territorio no es menor. Más de 131 km² —un 36% de Gaza— fueron arrasados para crear zonas de amortiguamiento, corredores militares y rutas de incursión. El corredor Netzarim, que por sí solo ocupa casi un 10% de Gaza, implicó la demolición de universidades, un palacio de justicia, un hospital, complejos turísticos, un parque y una planta de tratamiento de aguas. El corredor Filadelfia fue ampliado hasta cubrir 10,8 km², consolidando el fraccionamiento territorial.

La guerra contra la población no se limita a la destrucción física: también apunta a asfixiar cualquier respiro humanitario. Entre octubre de 2023 y septiembre de 2024 se documentaron 322 ataques contra operaciones de ayuda. Incluyeron bombardeos a 73 refugios, agresiones a 60 trabajadores humanitarios y ataques a civiles que esperaban comida o asistencia. Hubo 78 ataques contra almacenes y centros logísticos, y en 17 casos se trató de lugares previamente coordinados con Israel como “desconflictados”, es decir, supuestamente protegidos. El saldo humano en las filas de Naciones Unidas es devastador: 195 miembros del personal de la UNRWA asesinados y otros 40 detenidos.

Creación de Corredores Militares y Zonas de Amortiguamiento

La “cartografía del genocidio” no es una metáfora: es un plano preciso de la destrucción. Cada porcentaje y cada coordenada hablan de un objetivo calculado para hacer inviable la vida en Gaza. Lo que hoy se despliega ante los ojos del mundo es un patrón que encaja en las definiciones jurídicas de limpieza étnica y genocidio: devastar el medio de subsistencia, desplazar forzosamente, destruir la infraestructura vital, borrar la historia y quebrar la resiliencia social. La magnitud de los datos y la sistematicidad de los ataques desmontan cualquier narrativa que pretenda revestir esta campaña de justificación defensiva.

Gaza no está siendo únicamente bombardeada; está siendo borrada. Y la pregunta que queda, frente a esta evidencia cartográfica del horror, es si la comunidad internacional permitirá que un mapa que alguna vez representó un hogar se convierta en el registro topográfico de un crimen impune.