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La estrategia del loco: Israel y el genocidio en Gaza

Hay un componente inquietante en el genocidio en curso contra el pueblo palestino que merece ser señalado con claridad: la aplicación sistemática de lo que se conoce como la estrategia del loco. Este concepto, originado durante la Guerra Fría por el expresidente estadounidense Richard Nixon, describe una táctica de poder en la que un líder o Estado se muestra deliberadamente impredecible, incluso irracional, con el fin de generar miedo, paralizar al adversario y forzar concesiones.Israel ha refinado esta táctica al punto de convertirla en una lógica de Estado. Mientras sus representantes diplomáticos se visten de moderación en los foros internacionales negando la masacre, desmintiendo la hambruna, manipulando el lenguaje de los derechos humanos, sus líderes políticos y militares actúan con una brutalidad abierta y sin filtros.

Ministro tras ministro lanza declaraciones que en cualquier otro contexto serían calificadas como apología del exterminio, mientras el ejército bombardea hospitales, orfanatos y campos de refugiados con la impunidad de quien sabe que nadie lo detendrá.

Este doble juego no es una contradicción es la esencia misma de la estrategia. El mundo escucha a los embajadores de Israel negar la evidencia que se transmite en tiempo real por miles de celulares y drones, mientras los colonos, armados y alentados por líderes como Daniela Weiss, organizan excursiones a las ruinas de Gaza para celebrar el avance de lo que ellos consideran una victoria divina. Weiss, histórica impulsora de los asentamientos ilegales en Cisjordania, no es una figura marginal, representa el espíritu mesiánico que hoy marca la política israelí.

La imprevisibilidad, la desmesura y la amenaza constante son parte del diseño. Israel, como potencia nuclear y potencia ocupante, no busca simplemente defenderse, quiere quebrar toda posibilidad de resistencia mediante el terror absoluto. Y lo hace mostrando que no hay límites. Ni para la violencia, ni para la mentira, ni para la perversión del lenguaje.

En ese contexto, la “estrategia del loco” ya no es una mera jugada táctica, se ha convertido en doctrina. Una doctrina que combina racionalidad calculada y locura performativa, diplomacia pulida y sadismo colonial. Una doctrina que se ha visto actuar en sintonía con la administración de los Estados Unidos. Una combinación de pronunciamientos irracionales de Trump anunciando la expulsión del pueblo palestino de Gaza vis a vis la preocupación por lograr un alto al fuego. Una doctrina cuyo fin también radica en confundir y paralizar la comunidad internacional. Lo más macabro es que, hasta ahora, el mundo, salvo contadas excepciones, ha preferido mirar hacia otro lado, fingiendo que no entiende el juego.

Pero el juego está claro. Israel actúa como una superpotencia impune, jugando al filo de la locura, precisamente porque sabe que esa imagen, por absurda que parezca, le protege. Si no somos capaces de denunciar esta táctica por su nombre y de romper con la falsa dicotomía entre civilización y barbarie que el sionismo invierte a su favor, seremos cómplices no solo del genocidio actual, sino de su repetición futura.